EL APRENDIZ, de Luis Del Pópolo

Luciana solía leer historias muy interesantes pero que, extrañamente, no llevaban título. Y ella se los inventaba. También llegaban a sus manos hermosas frases, seguidas de hojas en blanco que ella se encargaba de completar. En otras oportunidades se encontraba con gatos sin bigotes, espejos sin reflejos, caricias sin amor, panes sin manteca y muchas cosas más. A todos les conseguía lo que les faltaba.
Hasta que se encontró con un niño sin alas. Era, sin dudas, su caso más difícil. Le explicó que las alas las tenía, solo que no lo sabía. Con cariñosa paciencia lo llevó por los caminos de la imaginación, esos que alguna vez ella misma había recorrido. Y entonces, después de algunas semanas, Ramiro –que así se llamaba el chico-  aprendió a volar. Como todos los niños.

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