LO QUE DIJO UNA MUJER SENTADA EN UN BANQUITO BLANCO MIENTRAS VEÍA PASAR INÚTILMENTE LAS HORAS Y QUIZÁS POR ESO HABLÓ TANTO QUE AHORA MISMO SIGUE Y SIGUE Y SIGUE

de Andrea Babini

-ba ocupado y por eso no me iba a poder atender hasta la tarde pero yo me apoltroné en el sillón a esperar que se hiciera la hora porque no iba a ser cuestión que por no molestar o por ser educada me fuera a casa sin novedades, porque había que estar en mis zapatos en ese momento y ver lo que sufría mamá cada vez que me veía entrar y me preguntaba con la voz hecha un hilito si me fue bien y entonces por no hacerle mal yo miraba el piso porque la verdad no le iba a decir, porque cuando pasó lo de Vito se armó un revuelo tremendo de la vergüenza y la bronca pero sobre todo de la vergüenza porque en esa época nadie hablaba de las drogas aunque se sabía que existían pero en ese entonces nadie iba a decir que había encontrado a tal o cual medio ido por alguna cosa que capaz se había metido en la sangre porque nomás decirlo era como dar a entender que uno sabía de qué se trataba y nadie quería quedar pegado en eso y ahora que miro para atrás lo único que puedo decir es que éramos unas estúpidas porque de la vergüenza y el esconder todo al final pasó que de eso no se hablaba y ninguno quiso ver lo que pasaba con Vito hasta que nos enteramos por las caras que ponía la gente que le habían encontrado sustancias y claro que fue peor el remedio que la enfermedad y entonces dónde nos íbamos a meter la vergüen- ahí llama, ¡por fin!, es de no creer esta obra social, cómo puede ser que en todo este rato solamente llaman a uno. Y es la del primer mostrador o escritorio, qué sé yo qué es eso si les sirve para esconderse nada más, toda esa mampara... tanto gasto pero es la misma porquería de siempre, ¿usted qué número tiene?
– 32.
– Ah... Yo tengo el 33... Perdone que le hablo, es para pasar el tiempo... quién sabe a qué hora nos vamos de acá... ¿no?
– Mhm...
– Como usted dice, a cualquier hora. Y para mí no se termina acá porque todavía tengo que ir a la farmacia de al lado y tengo que ir a ésa sí o sí porque ahí me hacen el 75 por ciento de descuento y eso es mucho para los remedios que llevo que valen 200 pesos y uno se pone a pensar de qué cosa los hacen a los remedios porque cómo puede ser que en este país rotoso cobren 200 pesos una caja de remedios y entonces no te queda otra y hay que ir a una farmacia donde hay que esperar una hora o dos para que un mocoso que no entiende la realidad te diga que el médico autorizante puso mal el código del medicamento ¡y entonces no te lo da!, y una viene toda indignada después de estar tanto tiempo en la farmacia al divino botón y vuelve con la cabeza que es un hervidero pensando en todo lo que le va a decir por haber puesto mal el número a ese médico de porquería que nomás por estar todo el día sentado en el sillón está cansado pero cuando llego y lo tengo frente a frente y a punto de cantarle las cuarenta pienso y me callo porque es mejor no decirle nada, a ver si encima me toma de punto y nunca más me hace bien las recetas, y ojo que no lo hago por cobarde que es lo que mamá me repite desde que tengo razón de ser qué desgraciada sino que quien sabe se violenta porque uno no sabe cómo reacciona la gente y quien sabe se violenta conmigo aunque soy una mujer o me marca en uno de esos libros con los que ellos andan todo el día y para siempre está mi nombre aunque este médico se jubile y todo. Yo no sé qué pasa que no llaman... La del 4 no trabaja. Directamente. Eso es lo que hay que pensar. Y la del 2 capaz que ni está ahí sentada, hasta capaz faltó porque en estos lugares faltan todo el tiempo y da igual, es increíble, con la cantidad de personas que no tienen trabajo pagarle un sueldo a alguien que no se presenta nunca, en la municipalidad es igual me decía la vez pasada un hombre que trabajó allí pero trabajaba en serio ¿eh? y me contaba que ahí es un viva la pepa y que los empleados no van, ¡no se presentan a trabajar! pero cobran todo el mes igual. Y acá debe ser igual y la del 2 debe estar muy relajada en su casa lo mismo que la del 4. Y la del 1 es la tonta. La que trabaja. La única porque en el 3 y en el 5 nunca hay nadie, ya le digo que a esta obra social mejor perderla que encontrarla, ¿usted qué número tiene? ah, 34 me dijo, ojo yo tengo el 33, no estoy mejor si es un numerito nada más, perdone que yo le hable pero pienso que si no nos acompañamos entre nosotros... porque ¿cómo puede ser que en todo el tiempo que llevamos acá sólo llamaron al 17 y al 18? Es una falta de respeto. Parecemos ganado. ¿Usted vio ese grupo de gente que se puso una máscara de vaca en el andén del tren para demostrar que los trataban como animales porque ellos aunque se suban en Once ya desde ahí van colgados de tan poco que salen los trenes? Es una barbaridad las cosas que pasan en este pa- ¡ahí llama!, la del 4, , por fin se puso a trabajar, me habrá oído sinvergüenza, bué, ahí tiene que pasar el 19... pero dale, ¡dale!, por qué vas tan despacio, si serás tara-, ¡metele! Pah... ahí se dignó... de no creer... Yo cuando me llamen voy corriendo y qué me importa si en el camino me estrolo con alguno que en todo caso no debería estar ahí en la mitad del paso como esos piqueteros que se tapan las caras porque vaya uno a saber en qué andan que no se quieren mostrar igual que los terroristas talibanes así que cuando me toque el turno yo disparo a ver si por no apurarme llaman a otro y después te dicen que el sistema llamó al siguiente y no puede ir para atrás y entonces tenés que sacar otro número y parece increíble pero es así y yo lo cuento y nadie me cree pero a mí me pasó y acá en esta obra social que es una porquería porque la verdad es que no puede ser que en más de una hora que estoy sentada apenas si pasaron tres aunque peor usted que todavía tiene qué esperar que me llamen a mí y ojo que cuando me atiendan yo voy a estar un buen rato con el empleado nomás para que aprenda a trabajar más rápido y después de que me haga el trámite le voy a preguntar de todo hasta por qué hay mosquitos en invierno, o qué se piensa después de hacerme perder toda la mañana, y no es justo que mamá me necesita y yo estoy acá perdiendo el tiempo porque eso es lo que estoy haciendo, es increíble pero es así, y todo para que el médico me autorice la receta para la farmacia de al lado porque ahí me hacen el 75 por ciento y es mucha plata en remedios de 200 pesos... Yo no puedo entender por qué en el escritorio 3 nunca hay nadie. Igual el 5. A la tarde nos vamos a ir de acá. A la tar-. Al final tendría que hacer la denuncia. -Jarme de joder. Qué bah este país roto- Ahora que se habla tanto de los, de los... que no vienen a trabajar pero cobran el sueldo entero... Bah, pero dígame usted si vale la pena porque a mí ya me pasó otra vez que quise escribir en el libro de quejas pero solamente por eso me pedían nombre y apellido y DNI y así claro que no lo hice porque no me voy a identificar para estos tránsfugas que igualmente no van a solucionar nada pero se guardan mis datos para después querer venderme cosas o para algo peor como pasa cada tanto en este país que alguien quiere reclamar por algo y después lo paga muy caro. Qué decepción. Es una barbaridad... Uno aprende que mejor es quedarse callado porque si uno reclama es como que trae ideas medio... y vaya a saber qué martes 13 se te viene encima. Hay que preservarse en este país. Esa es la verdad. Yo la otra vez vi que le metían la mano en la cartera a una chica en el colectivo y no dije nada porque se sabe que el ladrón es capaz de matar por la pura bronca de no poder robar. Y total... si no le robaban hoy le roban mañana. Así están las cosas acá. Qué barbari- ¡ay, el médico!, ¿ése no es el médico autorizante?, ay, si se va el médico autorizante yo qué hago, dios, no quiero ni pensarlo, ¡me vuelvo loca!, ¡me da un ataque!, no es justo pasarme toda la mañana sentada para na- ¡me ato al mostrador!, ¡eso! Como hizo una vez un hombre que estaba desesperado, de ses pe ra do. Pero así y todo no lo atendieron... ¡Lo agarro entonces!, ¡le grito de todo en la cara! ¡médico de cuarta!, ¡desgraciado mal hijo!, ¡ojalá te pise un tren y para qué juraste por Hipólito mala persona miserable maldito estú-! Señor, disculpe, ¿usted es el médico autorizante?
– Era. Ya me voy. Mañana de 10 a 12 vuelvo a ser.
– ¿Y no me puede hacer la receta antes?
– No señora, mire la hora que es, tardísimo para mí. Vuelva mañana, pero temprano, ¿eh?, no se me quede dormida que después son las 12 y cuarto y me pone esa cara de pobrecita que me deja un sinsabor que
¿No le digo? Se va el desgraciado, ¡qué desgraciado! y encima me dice que maña-, ¡no lo puedo creer!, ¡es una barbaridad!, dios mío... me da un soponcio... me duele... me duele... el cora-...
Bah, igual ya se fue. Y qué le importa además. No hay solidaridad en este país: ése es el problema de fondo. Ya me pasó a mí que quise ver a un abogado de esos que te pone el Estado cuando fue el tema de Vito que mamá andaba arrastrándose por la casa como una condenada y yo esperando y esperando en esos tribunales inmundos que aunque son inmundos tienen unos sillones que igual si uno los mira de cerca capaz se queda pegado y cuando habían pasado qué sé yo cuántas horas sale el abogadito ése que era recién recibido se notaba por la pinta y esa forma de hablar como dándose más importancia de la que tenía y me dice como si hubieran pasado cinco minutos y sin pensar que yo la tenía a mamá dale que dale hinchándome como hizo siempre que vuelva después para que me atendiera porque esta-

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