¿QUÉ ES LA LITERATURA?

(fragmento y adaptación de “Introducción: ¿Qué es la literatura?” en Una introducción a la teoría literaria de Terry Eagleton. México, Fondo de Cultura Económica, 2004) 

Podría definírsela como obra de “imaginación”, en el sentido de ficción, de escribir algo que no es literalmente real. Pero comúnmente se incluye bajo el nombre de literatura a los ensayos, autobiografías, cartas, ensayos filosóficos y otros textos, por lo que distinguir entre “hecho” y “ficción” resulta un tanto dudoso. Mientras autobiografías y cartas se han incluido bajo el nombre de literatura, otros textos de carácter novelístico como las historietas de Superman fueron excluidos. Además, si se considera que los textos “creadores” o “de imaginación” son literatura, ¿quiere decir que la historia, la filosofía y las ciencias naturales carecen de carácter creativo y de imaginación?
Quizás haga falta un enfoque diferente: definir la literatura no en relación a su carácter novelístico o “imaginario” sino en relación al uso que hace de la lengua. De acuerdo con esta teoría, la del formalismo ruso (un polémico grupo de críticos surgido en Rusia antes de la revolución de 1917 que enfocó la atención en la realidad material del lenguaje), la literatura consiste en una forma de escribir en la cual “se violenta organizadamente el lenguaje común”. Es decir, la literatura transforma, deforma el lenguaje ordinario, se aleja de la forma en que se habla en la vida diaria. Si en una parada de colectivo alguien me murmura al oído “sos la virgen impoluta del silencio”, sé que me hallo en presencia de lo literario. El lenguaje se vuelve “extraño” y por eso también el mundo cotidiano se convierte en algo extraño, desfamiliarizante. Para los formalistas la literatura consiste en una organización especial del lenguaje, con leyes propias, estructuras y recursos (imágenes, ritmo, métrica, rima, técnicas narrativas, etcétera). No es ni vehículo ideológico ni reflejo de la realidad social, sino un hecho material cuyo funcionamiento puede analizarse como se examina el de una máquina. La obra literaria está hecha de palabras, no de objetos o de sentimientos, y es un error considerarla como expresión de criterio de un autor. Los formalistas hicieron a un lado el análisis del “contenido” (ya que se podía caer en lo psicológico o sociológico) y se concentraron en el estudio de la “forma”. No negaron que el arte se relaciona con la realidad social pero sostuvieron que esta relación no le concierne al crítico.
Los formalistas, en suma, vieron el lenguaje literario como un conjunto de desviaciones de una norma: la literatura es una clase “especial” de lenguaje que contrasta con el lenguaje “ordinario” que generalmente empleamos. El reconocer la desviación presupone que se puede identificar la norma de la cual se apartan, pero es una ilusión creer que existe un solo lenguaje “normal”. Cualquier lenguaje real y verdadero consiste en gamas muy complejas del discurso, diferentes según la clase social, la región, el sexo, etcétera, factores que no pueden unificarse cómodamente. Las normas y las desviaciones cambian al cambiar el contexto histórico o social; en este sentido, lo “poético” depende del punto donde uno se encuentre en un momento determinado. Los formalistas se dieron cuenta de esto; para ellos lo literario no es una propiedad inmutable. La esencia de lo literario, en esta teoría, es el uso “extraño” del lenguaje; pero con suficiente ingenio cualquier texto es raro o extraño. Por ejemplo, un cartel que dice “hay que llevar en brazos a los perros por la escalera mecánica”, ¿quiere decir que hay que abrazar al perro al usar la escalera o que, para usarla, debo buscar a cualquier perro y alzarlo?
Podríamos decir que la literatura es un discurso “no pragmático”. Al contrario de los manuales de biología o los mensajes que se dejan para alguien, la literatura carece de un fin práctico inmediato, y debe referirse a una situación de carácter general. Cuando un poeta nos dice que su amor es cual rosa encarnada, sabemos que no tenemos que preguntarnos si realmente estuvo enamorado de alguien que, por extrañas razones, le pareció que tenía semejanza con una rosa. Pero entonces no se puede definir la literatura “objetivamente”. Se deja la definición de literatura a la forma en que alguien decide leer, no a la naturaleza de lo escrito. Hay ciertos tipos de textos -poemas, obras dramáticas, novelas- que obviamente no se concibieron con “fines pragmáticos”, pero eso no garantiza que se lean adoptando ese punto de vista. Es verdad que muchas de las obras que se estudian como literatura en las instituciones académicas fueron “construidas” para ser leídas como literatura, pero también es verdad que muchas no fueron “construidas” así. Un escrito puede comenzar a vivir como historia o filosofía y, posteriormente, ser clasificado como literatura. Y viceversa. Algunos textos nacen literarios; a otros se les impone el carácter literario. Quizás lo que importe no sea de dónde vino sino cómo lo trata la gente. Si la gente decide que tal o cual texto es literatura parecería que de hecho lo es, independientemente de lo que se haya intentado al concebirlo. Entonces puede considerarse la literatura no como un conjunto de cualidades  propias, sino como las diferentes formas en que la gente se relaciona con lo escrito. No es fácil separar, de todo lo que se ha denominado literatura, un conjunto fijo de características intrínsecas. No hay nada que constituya la “esencia” misma de la literatura. El término “literatura” se refiere al papel que desempeña un texto en un contexto social, a lo que lo relaciona con su entorno y a lo que lo diferencia de él, a su comportamiento, a los fines a los que se le puede destinar y a las actividades humanas que lo rodean. En este sentido, “literatura” constituye un tipo de definición hueca, puramente formal.
La gente denomina literatura a los escritos que le parecen “buenos”. A esto se le puede objetar que si fuera enteramente cierto no habría nada que pudiera llamarse “mala literatura”. Los juicios de valor tienen mucho que ver con lo que se juzga como literatura y con lo que se juzga que no lo es. Pero la idea de que la literatura es una forma de escritura altamente estimada encierra una consecuencia un tanto devastadora: que podemos abandonar de una vez por todas la ilusión de que la categoría “literatura” es objetiva, en el sentido de ser algo inmutable, dado para toda la eternidad. Cualquier cosa puede ser literatura y cualquier cosa puede dejar de serlo. Los juicios de valor son notoriamente variables: por eso se deduce de la definición de literatura como forma de escribir altamente apreciada que no es una entidad estable. No hay ni obras ni tradiciones literarias valederas, por sí mismas, independientemente de lo que sobre ellas se haya dicho o se vaya a decir. “Valor” es un término transitorio; significa lo que algunas personas aprecian en circunstancias específicas, basándose en determinados criterios y a la luz de fines preestablecidos. La estructura de valores (oculta en gran parte) que da forma a la enunciación de un hecho constituye parte de la ideología (la palabra “ideología” entendida como las formas en que lo que decimos y creemos se conecta con las relaciones de poder en la sociedad en que vivimos). Los juicios de valor son históricamente variables y se relacionan estrechamente con las ideologías sociales. No se refieren exclusivamente al gusto personal sino también a lo que dan por hecho ciertos grupos sociales y mediante lo cual tienen poder sobre otros y lo conservan.

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