LOS AVATARES de Cecilia Bianchi

Contenta de haber podido cumplir con uno de los dictámenes que impone esta sociedad consumista y comunicacional (al pedo, porque nunca nos escuchamos), me compro el celular. Última generación: música, radio, touch, GPS, Bluetooth, Internet, Ovi, cámara con 8.000 megapíxeles, todo, todo, todo, de lo cual no sé usar nada, nada, nada, pero no importa. Hay que tener el celular última generación porque si no… Porque si no ¿qué? ¿Qué pasa, si no? Y… escuchás cada puta vez que sacás tu aparatito: “amígate con la tecnología”, “tenés que modernizarte”, “estás fuera”. ¿Fuera de qué? ¡Si el celular no me da entrada a ningún lado! “Estas desconectada”. “No existís”. “No saques ese dinosaurio del bolsillo”. Y vos le tenés afecto a ese viejo pero querido, dúctil, práctico, amigo fiel, todo terreno, ese que te vio llorar al recibir los peores mensajes, ese que mirabas fijo, casi penetrándolo, pidiéndole que sonara después de una noche de loca pasión. Pero igual una insiste en cambiarlo. ¿Por qué?, ¿por qué? Si así estoy bien, ¿para qué insistir? ¡Por Dios!
¡Lo había logrado! Solo le pedí la tarjeta a mi hermano para enganchar el descuento y la promo que me financia 500 cuotas sin intereses, por lo cual me tengo que acordar durante los próximos cinco años de darle a Fer todos los meses unos 30 pesos. ¡Este avatar ya era casi anecdótico! Solo había que esperar que transcurriera el tiempo y se solucionaría.
Salí con bolsa en mano del local. Chocha de mi nuevo e incipiente paso en esta vida consumista. Ahí iba yo, feliz con mi compra.
Pero ¡nooo! ¡Atención! Todavía no puede usarse. Hay que colocar el chip y seguir una sucesión de pasos indicados por el vendedor. A saber:
  • Dejar prendido hasta que se quede sin batería.
  • Apagar.
  • Cargar la batería durante doce horas.
  • Prender.
Hice todo, todo lo que había que hacer y más, por las dudas que ese bicho nuevo tomara represalias y se rompiera.
Entonces… lo prendí. No podía ni atender un llamado y ni que hablar de mandar un mensaje de texto. Pero no importa, esos serían avatares que podría sortear con un poco de lectura del manual de instrucciones.
Transcurrió un día de uso, en el cual quedé como una maleducada con más de una persona, dado que cortaba sin querer o directamente no lograba atender. No respondí ni un mensaje de texto, envíe un “te extraño” al destinatario equivocado y un feliz cumpleaños a Laura en lugar de a Paula, porque la agenda estaba toda desordenada. Pero no importa; otro avatar que se soluciona con un llamado aclaratorio y unos días de práctica.
Exhausta de tanta adrenalina utilizada con este bichito nuevo en la cartera, me quedé dormida, chequeando previamente que el funcionamiento del nuevo aparato fuera óptimo. Entré en un profundo sueño que se interrumpió, como todas las mañanas, con el despertador que insiste en traerme a la realidad cotidiana para superar nuevos avatares; como si yo fuera un muñequito de los antiguos juegos de Attary que hacen su recorrido sorteando obstáculos.
Aún sin el total de mis neuronas en uso, me acerco al flamante celular última generación a darle mis buenos días, ya que él me acompañará en mi larga jornada de resolución de problemas. Y ¡el muy hijo de puta NO PRENDE! ¡¿No era de última generación?! ¡¿No era casi más inteligente que yo?! ¡¿No era que andaba solo?!
¡Otro avatar más! Que se soluciona llamando al vendedor pidiendo ¡SOCORRO!, y que me asesore sobre el inconveniente. Llamado. Explicación de la situación. Dar cuenta de mi proceder y entonces… Me responde que habría que cambiar el equipo, lo cual lleva un mínimo de tres días, pero como no tienen en stock tendría que adquirir un modelo más nuevo, abonando la diferencia obviamente. Pero sería de mayor categoría, con más prestaciones y mayor velocidad, con cámara de 90.000 megapíxeles, etc.
¡Dios, basta de tecnologías, de asesoramientos y de problemas! ¡Si teóricamente estas maquinitas están en este mundo para facilitarme la vida a mí, y no para complicármela más de lo que la psicóloga me hace notar cada martes!
Un avatar más que se soluciona volviendo a usar, mi viejo, fiel y dúctil celular.

1 comentario:

  1. Gracias Tecnologia! por las complicaciones ocasionadas a mi amiga Cecilia que, muy habilmente ha sabido sortear en este relato los "tragicos" avatares celularisticos convirtiendolos no solo en una anecdota graciosa sino en toda una experiencia de vida!jaja, solo por eso ya valio la pena! besoss muchos. CARO

    ResponderEliminar